Las Palmas de Gran Canaria, año 2002, tiempos felices de bonanza
económica bajo el paraguas aparentemente firme de la cultura del pelotazo, una
sensación reforzada ya que se asentaba sobre el ladrillo del boom inmobiliario.
Tiempos de rosas y vinos en general para la ciudad, y en particular para Jose
Manuel Soria, por entonces Alcalde por abrumadora mayoría.
Bajo su mandato la ciudad vivió
un despegue importante a nivel
económico, un crecimiento urbano exacerbado que se caracterizó por la inversión
en infraestructuras como carreteras y parques (con fondos de la CEE), con la consolidación de nuevos barrios
residenciales como 7 Palmas, La Minilla o Ciudad del Campo.
Pero ciñéndonos a lo que nos
atañe, fue en el año 2002 cuando
bajo el mandato del ahora ministro popular se inauguró lo que se llamaría
Parque Deportivo del Barranco de la Ballena. Una suerte de ciudad del fútbol con 7 campos de césped
artificial dirigidos al fútbol base grancanario. Siendo la joya de la corona el
llamado Estadio Alfonso Silva, coqueto estadio de 3.000 espectadores de capacidad, donde jugaría el
Universidad de Las Palmas, club ya desaparecido.
Alrededor de estos campos de
fútbol se construyó un parque donde los ciudadanos podrían pasear, practicar
deporte al aire libre con una pista de tierra para running, diferente
maquinaria de gimnasio para el aire libre, e incontables paseos rodeados de
verdes jardines con múltiples accesos para los barrios adyacentes, y con gran
número de plazas de parking.
En definitiva se dotó a la ciudad
de una infraestructura que le otorgaría a la cantera local de unas
instalaciones únicas, a la ciudadanía de un espacio abierto al aire libre donde
pasear donde antes estaba un barranco yermo, un peladero que en su día fue
basurero de la ciudad, y todo ello poco antes de las elecciones al Cabildo de
Gran Canaria en 2003. Elecciones a las que se presentaría el señor Soria y que,
sin duda, este complejo deportivo fue todo un gol por la escuadra para sumar
puntos para su candidatura.
Pero no era oro todo lo que
brillaba, tan sólo un año después se realizó el primer estudio geotécnico tras
aparecer en diferentes instalaciones del complejo deportivo grietas y
hundimientos. El estudio fue
clarificador: falta de estabilidad del terreno. ¿Esta dato era ajeno a la
corporación local? No, ya el Plan Especial de Ordenación del Bco de la Ballena,
fechado en 2001, dejaba clara el tipo de terreno del antiguo vertedero y los
fines para los que podía ser utilizado, palabras textuales: "acondicionamiento
paisajístico, recualificación medioambiental y revegetación". Si aceptamos el
césped artificial como elemento paisajístico y los parterres como revegetación
dieron en el clavo.
Soria y su equipo pensaron que ese terreno,
tras unos lustros sin ser usado como vertedero, ya estaba asentado (sic) y no
tuvieron en cuenta ni de las particularidades del terreno ni de los informes de
los técnicos que ya alertaban de la inestabilidad del firme (posteriores
informes han estimado en 3 siglos aproximadamente para que se compacte de forma
natural y segura).
Durante años estos campos, aún con sus
deficiencias y continuos parcheos, sirvieron de caladero formativo para la
ingente cantera grancanaria y regional. A pesar de los topos del césped sobre
ellos se celebraron muchos goles, se lamentaron ocasiones fallidas, se
regalaron abrazos, se cruzaron miradas amenazantes, se forjaron rivalidades y
amistades, pero sobretodo se forjaron deportistas y personas, y más que seguro
que alguno de ellos forman ahora parte de la 1ª plantilla de U.D. Las Palmas o
está en su cadena de filiales.
Las gradas ya no son ocupadas por padres,
amigos y familiares, quienes compartían sueños con los críos, eran poseídos por
los nervios, en ellos ya no hay cazatalentos que afilaban sus garras y
preparaban sus redes para atrapar con su retórica a aquel niño que sólo soñaba
con imitar a su ídolo.
A pocos meses de cumplir una década después
de su inauguración los Campos de fútbol del Bco de la Ballena llevan
prácticamente abandonados a su suerte 2 años. Como si fueran un escenario post
apocalíptico, los campos de césped artificial presentan calvas importantes (e
incluso césped inexistente), la iluminación es inexistente porque han robado el
cobre (la crisis ha acabado con la vigilancia del parque), los parterres y
jardines han sido abandonados y ahora sólo se acumulan rastrojos, basuras y
restos de los botellones que, día sí y día también, se celebran en el
aparcamiento. Por faltar faltan muchas de las barras de aluminio del paseo de
las vallas más cercanas a la Avd. de Escaleritas.
Se acabaron los gritos de gol, se sesgaron
los sueños de ser campeón, se ignoraron los consejos de los expertos, se
dilapidó el dinero del pueblo, se condenó al futuro que llevaba bajo su bota al
balón.