Corría el tórrido julio de 2017 cuando fui añadido a un grupo de whatsapp llamado "Comunio LaFamilia 17/18". Para quien no lo sepa el Comunio es un juego fantasy basado en la liga española donde se debe elaborar un equipo utilizando jugadores reales, de cuyo desempeño en la liga dependerá nuestra puntuación. En mi plantilla inicial constaban Remy, Viera y Lemos, además de ello pujé bastante fuerte por hacerme con los servicios de Hernán Toledo y Samper. No hace falta ser un genio para saber que, en caso de atesorar alguna virtud, ser un buen y preclaro directo técnico no es mi mejor cualidad.
Hoy frente a la pantalla, mientras veía como se remachaba otro clavo en el ataúd amarillo (qué largo está siendo este descenso anunciado, como una serie que ha perdido toda su gracia hace 3 temporadas pero aun siguen exprimiéndola) comprobé con cierta estupefacción que me daba igual. Táchenme de mal aficionado si así lo desean pero creo que ese sentimiento estaba también las gradas del estadio. Uno solo sufre con aquello con lo que se identifica y ama. Para sufrir ni siquiera necesitamos ser correspondidos en nuestros anhelos, nos basta con sentir que el objeto de nuestros desvelos tiene alma. Y la UD, actualmente, no la tiene. A fuerza de cambiar jugadores, entrenadores, ideas de juego y expulsar al aficionado, el Frankenstein amarillo da sus ultimo pasos hacia el precipicio patibulario de la segunda al ritmo de un réquiem desafinado.
En el fútbol actual coexisten diversos modelos de gestión. Entre estos modelos que la conversión en SAD de los clubes nos dejó ,existe un modelo particularmente peligroso: el club unipersonal. Como cualquier puede ver, este es el caso de la UD. En la mayor parte de estos casos cuando vienen bien dadas el presidente/dueño tiene una gran visibilidad publica en todo tipo de actos, disfruta de la pleitesía de aquellos que lo reciben como un salvador y el champan mana de las metafóricas fuentes. Sin embargo cuando hay errores, y este año los ha habido groseros, este presidente/dueño desaparece de la esfera mediática y deja que sean sus periodistas de cámara los que señalen culpables, acusen de desleales y desagradecidos a aquellos que cuestionan sus decisiones y son incapaces de entonar el mea culpa. ¿Les resulta familiar?
De Zerbi, Pako, Paco, Boateng, Vitolo, Emenike, Ortuño, Remy, Mesa y sobre todo Setién. El futbol es un deporte colectivo pero a base de sumar y restar nombres propios es como se construye o se deconstruye con ruinoso resultado un proyecto que, no lo olvidemos, ha costado tantísimo levantar, que el "mejor equipo de tu historia (sic)" acabe colgando balones en el 88 buscando la cabeza de David García (intachable como siempre por otra parte) debería hacer reflexionar a más de uno.
Por delante nos quedan 6 partidos y un largo mes y medio donde el fútbol, tan puñetero mientras las matemáticas no lo desdigan, nos dirá que aun es posible, pero mal haría la UD en desperdiciar este tiempo en cábalas y oraciones. La segunda división es un monstruo con mil cabezas, posiblemente la liga más igualada de Europa y requiere medidas inmediatas. En mi modesta opinión no se cuenta con el técnico ni con la plantilla adecuada para este envite. En una categoría que tiende a convertirse en crónica para aquellos equipos que no logran el ascenso en la siguiente temporada a descender no se pueden volver a repetir los groseros errores de ésta.
En ocasiones leo en redes sociales que "la UD somos los 5.000 de segunda B" y quizá sea cierto. Las luces de neón, Messi, CR7 y salir en el canal partidazo atraen a un espectro de aficionados que no está dispuesto a cavar trincheras contra la Ponferradina en un día laboral lluvioso. Sin embargo mal haríamos en entrar en guerras intestinas y señalar aficionados reales y falsos. La reconstrucción debe empezar por sellar la fractura social y volver a ilusionar. Esto ha de lograrse con fichajes y proyectos pero también con gestos. Ojalá no se repita de nuevo esta sensación: el equipo de mi vida desciende y a mí me da igual.
Foto: Captura del Levante-LasPalmas de BeIN La Liga.