24 de noviembre de 2013

Desde la Curva (#47): Ladran, luego cabalgamos.

"Ladran Sancho, Luego cabalgamos". Esta frase, equívocamente atribuida a la magna obra del Quijote, la podría pensar Sergio Lobera y todo su equipo técnico cuando les llegan las críticas, opiniones y análisis tras el partido en el Mini Estadi. Las Palmas salió victoriosa, que era lo único que importaba, a pesar de dejar una mala imagen en el juego y en la reacción bochornosa de Apoño al final.

Debe haber en el seno del vestuario una sensación de incredulidad cada vez que leen la prensa, escuchan la radio o interactúan en las redes sociales. No se está valorando en su justa medida lo que está realizando este equipo. Una de las mayores críticas, y con razón, es que el equipo es muy plomizo en su juego, en muchas ocasiones peca de conservador y que le falta arrojo y personalidad para asumir el protagonismo que por jugadores, nombres y experiencia le corresponde. Y también, por qué no decirlo, por el peso de la historia de la camiseta ligada a una identificación con un juego de toque, elaboración y vocación ofensiva.

Nadie lo niega: este juego no enamora, no lo hace. Pero el vínculo con la UD Las Palmas no debe ser sólo el estilo, el buen juego y el éxito. Nuestro vínculo, el que nos diferencia de la gran mayoría de otros clubes, debe ser mucho más importante que cosas tan triviales. La mayoría de nosotros somos isleños, aferrados a nuestro pedazo de tierra en el océano, a los símbolos que nos identifican y nos diferencian del resto. Y poco símbolos hay como la UD Las Palmas, desde su fundación, su ascenso a la memoria colectiva del fútbol patrio, y su caída a sus particulares infiernos, es uno de los mayores lazos afectivos que puede unir a un grancanario con la tierra que le vio nacer. Se puede ser canarión y no ser de Las Palmas, se puede ser, pero siempre se será menos. 

El equipo está cumpliendo con el objetivo innegociable del ascenso para honrar la misma camiseta que visten. Muchos años lleva penando el sagrado manto amarillo lejos de los focos de la élite, muchos años asumiendo tras estar agónicos que con sobrevivir nos bastaba, y no se valora la posición que se ocupa ahora. Que liviana, que volátil es la memoria del fútbol, ya pocos recuerdan que hubo mañanas que desayunábamos con el temor de leer la noticia de la liquidación de Las Palmas. Fuimos un muerto en vida con los buitres dando vueltas sobre nuestra cabeza, casi nadie lo recuerda ya. Y sin llegar a nuestra mejor versión, ahí estamos, donde todos pedíamos al comienzo de la temporada, luchando por el ascenso. 

Y podemos debatir en la eternidad si es mejor juego o resultados, cual es el mejor camino para lograr ambos, y si podemos lograrlo, pero si en Junio el equipo asciende, a nadie le importará como se habrá logrado. Esa es la única verdad, sólo los románticos nos alimentamos del pasado, de la estética y nos vestimos con ideales, pero bien vale un ascenso pasar hambre y frío si logramos volver a nuestro sitio. 







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