El desplome de la UD Las Palmas en esta segunda vuelta daría para una tesis doctoral. Tras haber dominado con puño de hierro en la 1ª fase del campeonato, lo que parecía un engrasado engranaje, una máquina casi perfecta, ha terminado por colapsarse y venirse abajo. Y lo hace además con estruendo, que parece agravar aún más lo que ya de por sí es preocupante.
Los números de la primera vuelta no era un invitación a soñar, eran la llave que abrían las puertas del paraíso. Pero nos han arrebatado esa llave, y ahora parece que habrá que opositar por tercer año consecutivo para que nos inviten a pasar. Una lástima, pues como Corcuera me hubiese gustado tirar abajo la puerta de la 1ª división.
Damnificados quedan muchos sobre las cenizas humeantes de Butarque: la hemorragia en la ilusión de los aficionados, la credibilidad de unos jugadores en entredicho, o una directiva que tiene que lidiar con una situación no prevista, por poner sólo unos ejemplos. Pero por encima de todos ellos, me quedo con Paco Herrera. Las bases de este proyecto se fijaron en la sabiduría y experiencia de un técnico con "el culo pelado" (Luis Aragonés dixit). Un profesional que tras batirse como futbolista, se forjó una respetable y exitosa carrera como entrenador desde el fútbol modesto hasta la élite, pasando por clubes de rancio abolengo como el Liverpool de mano de Rafa Benítez.
Su discurso firme y coherente, pleno de convicción, tranquilizó hasta los más escépticos. Un discurso que se veía reflejado sobre el césped, después de dos años de humo, pudimos comprobar que lo se proclama en la sala de prensa se puede plasmar sobre el terreno de juego. Jugar, ganar y gustar era verbos que se conjugaban con tremenda facilidad y cotidianidad en el Gran Canaria.
Por eso duele tanto esta situación. Y aunque todos señalan la épica victoria ante el Zaragoza como el punto de inflexión negativo, yo lo traslado un poco más atrás. La derrota ante Osasuna en casa, tras la extenuante gira peninsular post suspensión en Sabadell, ya hacía mascullar a Herrera. El equipo lleva meses dando señales de alarma, acumulando problemas a nivel del juego y circunstanciales (como las lesiones). Ver a Herrera conjugar el verbo fracasar no tranquiliza, confunde su desesperación en la banda dando indicaciones claras a unos jugadores que parecen recibirlas en arameo. Comprobar su rictus serio, su abatimiento y su confusión genera desasosiego.
Herrera era para la UD Las Palmas, lo que el Sr Keating para los apocados estudiantes de la Welton Academy en El club de los poetas muertos: el maestro que nos iba a enseñar el camino de la superación tras el 22J, quien nos iba a sacar lo mejor de nosotros. Yo soñaba un final de temporada con todos encima de las butacas en el Gran Canaria recitando el "Oh Capitán, mi capitán" de Walt Whitman en agradecimiento al técnico. Para retomar ese camino de la superación, toca recuperar al viejo capitán, al Herrera que nos llenó el pecho de confianza y el corazón de esperanzas no sólo con palabras, sino con hechos sobre el terreno de juego. Recuperar al mejor Herrera, será recuperar a la mejor Unión Deportiva.
Foto:©DiarideGirona