15 de agosto de 2018

OPINIÓN || RECONSTRUCCIÓN


Cinco días para que empiece el baile y vuelve, puntual, el gusanillo. Aunque este verano ha habido tanto fútbol que, en realidad, no ha habido parón, ni respiro vacacional. El Mundial está muy bien, entretiene muchísimo y nos hace gritar y maldecir, pero no es la Unión Deportiva, que es otra cosa, otro mundo, porque va con nosotros, porque es nosotros. 

Tras el batiburrillo de amistosos, que son el tentempié que echarse a la boca, y que no sirven para nada porque no llenan para el hambre que hay vuelve el reconcome en los días previos y la expectación va abriéndose paso pensando en la alineación y te descubres dándole vueltas, inseguro, ante lo que viene y la creencia irracional de que todo saldrá bien. Sólo tienes una certeza porque al final todo se resume en la necesidad de saber si volveremos pronto o pasaremos otra década en el agujero. La depresión por mirar el calendario y recordar Santo Domingo, el Estadi Municipal de Reus, la primera eliminatoria de Copa ante el Rayo Majadahonda y una montaña infinita de 42 baldas con lobos como tú deseando tres plazas.

Pero también es volver al Gran Canaria, en esa rutina feliz que supone reencontrarte en casa, con los tuyos al lado y los nuestros, de amarillo sobre el verde. Arranca una nueva temporada y con ella el rodillo y la negociación para escaquearte de un cumpleaños y lograr comprender cómo Tebas y tu colega se ponen de acuerdo para que coincidan siempre los dos eventos insustituibles. Comienza la negociación, cine y partido, playa y partido, preparen el argumentario que la Segunda es más larga que un día sin pan.

Es momento de volver a ponerte la camiseta amarilla de pintaderas en los hombros, la que está raída, pero que quieres porque ha estado contigo a las duras y a las maduras, en el Cordobazo y en el empate ante el Real Madrid de no hace tantas vidas. La que crees que da suerte porque la estrenaste el día que el Turu metió el gol sentado en el suelo al Alavés. 

Empieza la temporada y este año hay que hacer un Máster para conocer la plantilla y es lógico. El descalabro, la descomposición, fue tan mayúscula, tan gigantesca que la obra, tío por tío, está siendo inmensa. Veremos los resultados. Y ahí están, otra vez, llamando a la puerta, las expectativas, el ansia, la necesidad de saber cómo encajará el Chino con Rubén, Raúl Fernández, Ruiz de Galarreta, Cala y si Dani volverá a ser Dani. 

Toca volver a aferrarse a algo, aunque sigan habiendo cosas que mal hechas, aunque se siga empecinado en determinadas actitudes nefastas, aunque el búnker que es el equipillo cada vez sea más patente, aunque la ampliación de capital haya sido una vergüenza, toca creer que Manolo Jiménez es el hombre, casi como un acto de fe. Toca porque llega con una aureola interesante y porque ahora es de los nuestros. Toca porque defiende a la Unión Deportiva Las Palmas, porque la hostia fue tan grande que hay que ponerle cara, otra cara, a una nueva UD, a esta reconstrucción que ya empieza. Y porque la UD es como un hijo al que regañas, pero vuelves a mimarlo a la primera oportunidad que tienes. Y esta está aquí, en cinco días.





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