1 de septiembre de 2013

Desde la Curva (#36): Arde Roma, arde.

Como un objeto al vacío la crisis se ha precipitado a la UD las Palmas, impactando de tal forma que ha provocado una gran sacudida a todos los niveles. El equipo conformado por una plantilla incompleta e insuficiente en calidad no es capaz de generar el fútbol que se le exige, un técnico con varios frentes abiertos tiene que exprimir a sus jugadores para evitar una sangría de puntos que con tres jornadas disputadas ya es preocupante. Posiblemente agotado por tantos frentes abiertos, es incapaz de dar con la solución al problema táctico y la pobreza del juego. Mientras, un pulso entre él y los hombres de confianza del presidente en la parcela deportiva que se debería mantener de puertas adentro, ya es público y notorio. Y lo peor, parece que nadie tiene ganas de seguir escondiéndolo.

Arde Roma, arde.

El entorno mediático se afana en dar más velocidad al ventilador que destapa las vergüenzas de una entidad que tampoco se preocupa en darles solución, o al menos en simularlas. La verdad,  esa prisionera de la realidad, esclava de la editorial de cada medio de prensa, es la causa de querer realizar cirugía cardiaca con machetes, de querer psicoanalizar un paciente confuso, perdido en la bipolaridad de lo que le gustaría ser pero descontento con lo que verdaderamente es. Se empuja al reo de su incapacidades a la arena frente a los leones, sin piedad.

Arde Roma, arde.

Adiós ilusión, adiós efecto Valerón. El aficionado profundamente descontento con el juego y con la política deportiva del club se impacienta y no tolera el mal juego, los pobres resultados y los problemas internos. Ayer en el estadio pitos y reproches fueron audibles desde el primer momento. Se señalaron a jugadores ya consagrados y se ovacionaron a los jóvenes canteranos, algunos se volvieron y se dirigieron al presidente en el palco. Eran hábitos de otros tiempos, más oscuros y  más fríos, pero han vuelto. El pueblo ha hablado.

Arde Roma, arde.

Somos incapaces de realizar una crítica constructiva, lo preocupación de todos es señalar la hemorragia, gritar porque se sangra, pero nadie parece tener intenciones de taponarla, de pararla. Nada de lo que tanto esfuerzo costó construir parece quedar en pie, se fueron jugadores y parece que también las aspiraciones, los anhelos y las ambiciones. Lo que me demuestra la inmadurez del proyecto, del entorno y del aficionado. El salto cualitativo no sólo fue en el campo, fue el mental, el creer que se podía lo que hizo que el club diera un paso adelante. Pero no es sólo proclamarlo, es demostrarlo día a día, con trabajo y esfuerzo. A día de hoy carecemos de los argumentos futbolísticos para hacerlo, pero aún peor, carecemos de la actitud necesaria pues ante la primera adversidad lo que parecía un gigante se muestra como un castillo de naipes.


Y mientras, Roma arde.




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