4 de noviembre de 2015

OPINIÓN || EL VÉRTIGO DE ARAUJO



Sergio Araujo, fue una apuesta de riesgo tan medido como calculado su beneficio en caso de salir ganadora. Quizás sea la gran herencia que dejó Nico Rodriguez en su efímero paso por la Unión Deportiva Las Palmas, un talentoso delantero que en las inferiores de Boca Juniors despuntó de tal manera que al poco de vibrar con los cantitos de “La Doce” recibió la llamada del Barça para reforzar su filial.

La historia de su migración transatlántica a la ciudad condal para regresar al hogar y ser desterrado por el Virrey a Tigre es más que conocida. Por medio una historia que daría para un buen guión en el mejor festival de Sundance: estrella en ciernes, incapaz de gestionar la vorágine de un éxito moderado, malas decisiones y peores actitudes para acabar siendo desacreditado ante el que se presenta la última oportunidad para volver a la senda exitosa. No podrán negar que ese guión da para al menos un Globo de Oro. 

Tras una año fabuloso, prácticamente inmaculado, con 25 tantos que valieron un ascenso, el llamado a ser héroe de la permanencia no está a la altura de las expectativas. La mariposa que en en 3/4 de cancha parecía volátil pero pegaba con mucha pólvora se ha convertido en una delantero previsible, peleado con el gol, su colmillo antes afilado ahora es una roma amenaza que no genera temor en sus rivales. 

La claudicación voluntaria, la apatía son sentimientos y comportamientos humanos, legítimos, pero normalmente son rechazadas en las actividades donde la pasión es tanto corazón como motor de lo que acontece. Las declaraciones de Araujo donde responsabiliza a la suerte su producción goleadora de la pasada temporada, esas palabras que sonaban a desencanto escudándose en 5 tantos como una buena cifra ante rivales del máximo nivel, el conformismo que destiló la aceptación de su suplencia son como hendir el frío metal en el alma del hincha que le alienta y la idolatra. En la novela de George RR Martin "Juego de Tronos" hay un pasaje donde Syrio Forel (maestro en el noble arte de la espada) le dice a su alumna Arya lo siguiente: "El hombre que teme la derrota, ya ha sido derrotado. El miedo hiere más que las espadas".


El argentino ha confundido, parece ser, su madurez por la experiencia acumulada con la impasibilidad. El estrés en su justa medida es el alimento del que sustenta nuestra tensión competitiva que nos hace crecer y mejorar. No puede mostrarse satisfecho con lo logrado hasta ahora, ni palidecer ante la adversidad. En el fútbol, como el boxeo, las apariencias también cuentan. La primera batalla ganada es no tener la toalla preparada para arrojarla. 




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