26 de julio de 2016

OPINIÓN || LA MEMORIA DEL TIEMPO






El fútbol, al igual que la sociedad contemporánea que nos toca vivir, se mueve paralelo a ella y a la misma velocidad. El deporte del balompié es raudo y cruel, capaz de poner a los pies del asfalto al que que ayer fue hijo predilecto. Lo cual quiere decir, que el fútbol, al igual que la sociedad, tiene muy poca memoria. Para bien y para mal. Y no es malo echar la vista atrás y darse cuenta de algunas cosas. Todo depende en qué momento se mire.

Por costumbre, de hace unos años atrás, cuando el aficionado amarillo de a pie,- nostálgico y romántico como pocos en el territorio nacional-, echaba la vista atrás para buscar motivos de orgullo, tenía que regodearse a épocas de antaño. Nos costó superar lo del Insular, nos costaba dejar de escuchar a los más longevos con aquello de “…cuando Tonono y Guedes” y anhelábamos en demasía cualquier tiempo pasado. Nos fijábamos en lo que fuimos en su día y comparábamos el nivel institucional en el que se encontraba el club. Y caíamos en tristeza.



Sufrimos y tragamos tanta miseria derrochando apatía e indiferencia por los campos de fútbol de España, con plantillas tan mediocres, jugando como local en un estadio tan gris y con un ambiente tan pobre, que era complicado vivir el presente actual de la Unión Deportiva. La temporada era eso que pasaba entre derbi y derbi y algún que otro partido de final de liga. En el que nos salvábamos o volvíamos a lo que se estaba empezando a convertir en nuestro nuevo hogar. Y sólo hacíamos ver vídeos del gol de Rubén Castro al Madrid, la final de Copa contra el Barça o el día del ascenso contra el Elche, mientras aguantabas a tu compañero de curro con la típica de “…otra vez perdió tu equipo”.


Ahora no. Ahora ser de la UD está de moda, algo que esperábamos. Por lo que ahora, echar la vista atrás debe ser al revés. Ahora nos deberíamos fijar en lo mal que estuvimos, lo mal que lo pasamos y lo bien que estamos ahora. Pues no, nos cuesta. Y yo creo que es, porque en parte, no nos estamos dando cuenta de todo lo que el club como institución ha conseguido a todos los niveles. Deseamos tanto y con tanta fuerza tantas cosas… que una vez fueron conseguidas, las sensaciones no fueron del todo satisfactorias.


¿Cuánto deseamos que se tratara con respeto el Estadio Insular? ¿Cuánto exigimos pintar las gradas de los colores? ¿Cuánto pedimos el acercamiento de las mismas al césped? ¿Cuántas veces quisimos una zona en los anexos para el aficionado? ¿Cuánto se reclamaba a Pío XII la incorporación de jugador local y el potenciamiento de la cantera?¿Cuánto se pedía saldar las deudas y ser un club saneado? ¿Cuánto soñamos y anhelamos volver a Primera?


Obra derribo Estadio Insular. Foto: ©LaProvincia.es
Pues hoy tenemos mucho más de todo lo que en su día quisimos tener. Somos ejemplo a seguir. Y como suele ser habitual en los tiempos que corren, no lo valoramos. Lo que en tiempos pasados, el partido de hoy contra el Club Deportivo Tenerife debía ser un aliciente al poco ambiente y entusiasmo que la Unión Deportiva generaba, es hoy un partido más contra un rival, eterno y odiado sí, que tendrá siempre su morbo, pero un rival pobre al fin y al cabo, incapaz de saciar las ansias del comienzo de temporada para enfrentarnos a nuestros verdaderos competidores.



Que no se entienda mal, el aficionado de Las Palmas debe ser siempre exigente, tiene que aspirar siempre a lo máximo posible, debe ser crítico con las cosas injustas. Y hasta ahí vamos bien. Cierto que no todo es de nuestro deseo, que hay cosas que estando en manos de los mandatarios son muy mejorables. Verdad que el club tiene detalles de muy poca clase para con los aficionados. Pero hay que intentar no ser negativo. No intentar ver las cosas siempre desde el punto de vista de aficionado a club pequeño y fracasado.


Y lo más importante, no nos convirtamos jamás en el mismo tipo de aficionado que campa por las gradas de los grandes del fútbol nacional. No dejemos de ser románticos y nostálgicos. Y sobre todo, no dejemos de tener memoria. Algo que pasó de moda. Eso es lo que te hace comparar, valorar y te hace ver en donde estás. La misma memoria que te hace percatar que un día 22, por el flanco izquierdo, por el lado de Naciente mirando hacia la Sur, a 2 metros de la portería y escorado hacia una dirección, un tío con el 10 a la espalda te mandaba al más cruel y terrible de los infiernos. Y 365 días después, por el mismo lado, en la misma portería y hacia la misma dirección, saboreaste la más dulce de las venganzas.



El tiempo; y la memoria.

Volvimos y volveremos.




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