8 de marzo de 2016

SETIÉN: MACERANDO LA IDEA



En la primera rueda de prensa que dio Quique Setién, con el equipo hundido en la tabla y en estado de shock por la decisión drástica de destituir al entrenador del “nos vemos en la guagua”, ya advirtió que su estilo era “innegociable” y que “si el club lo había fichado era porque sabían o pensaban que podía desarrollar ese estilo aquí”. Y así fue. Aquel primer partido en el Gran Canaria contra el Villarreal (0-0) ya mostró, con pocos entrenamientos, algunas de las claves que acabarían por integrarse en la espina dorsal del equipo. La primera decisión sorprendente fue la inclusión de Tana, titularísimo desde la llegada del cántabro e intrascendente (con lesiones en el primer tramo del curso, eso sí) en el año del ascenso. Además de la entrega de galones a Roque Mesa y a Vicente y la colocación de Jonathan Viera en la izquierda y no en el centro. Precisamente Roque, en un fallo en la salida de balón, hecho esencial y que se ha ido puliendo perfectamente –siendo él ya faro y referente- durante toda la etapa de Setién, erró en el Bernabéu lo que propició el primer gol del Real Madrid. Allí, en el coliseo blanco, Willian José actuó por primera vez titular por delante de Sergio Araujo, lo cual resultó controvertido, pero empezó a mostrar el camino; el nuevo entrenador no se casaba con nadie.

Tras varias semanas de entrenamientos, con parones de selección incluidos, la UD empezaba a volver a la vida tratando de llevar a cabo la nueva metodología: los dueños del balón, los protagonistas, debían ser los amarillos y en el centro del campo Vicente y Roque empezaban a sincronizar sus relojes biológicos. En la aplicación de la nueva doctrina el objetivo era no rifar la bola, tenerla siempre, dando pases hacia la línea defensiva cuantas veces fuera necesario, y volver a iniciar la jugada, pero no perder la posesión. Y esto en el Estadio, donde cada uno lleva un entrenador en su interior, no siempre se entendía, a veces, un pase de más se convertía en una losa o un quiebro innecesario propiciaba un mal pase y provocaba, a su vez, un contraataque del rival e incluso hubo partidos donde apenas se tiró a puerta, en los que fuimos demasiado horizontales, no respetando la sabiduría popular que dice “si no se tira, no se mete”, pero era parte del aprendizaje, era el peaje necesario porque cada partido era una lección y este año, que rozamos con la yema de los dedos la semifinal de Copa, partidos ha habido por un tubo. Lo cual sirvió para ilusionarnos, para cimentar una idea y para mover la plantilla.


Hubo días donde daba la sensación de que los jugadores estaban demasiado encorsetados al estilo de Setién y las salidas de balón no eran limpias. Especialmente se vio en Copa contra el Valencia y en Vallecas en Liga. Los cardiólogos privados esos días se frotaban las manos mientras se mordían las uñas. Jamás, parecía una orden y no una sugerencia –aunque es lógico pensar que no fuera del todo así- se daba un pelotazo.
Se alternaban partidos excelentes como en Mestalla en Liga, con exhibición de Tana, Viera y Roque con derrotas dolorosas y consecutivas contra el Deportivo y Sporting de Gijón las semanas siguientes. La idea estaba fermentándose lentamente. Día a día; entrenamiento a entrenamiento; consejo a consejo, en Gijón, por ejemplo, un buen encuentro salió cruz cuando Aythami fue expulsado por doble amarilla al verse obligado a parar a Sanabria, tras un mal pase de Culio. El cómo llevar a cabo el método prevalecía, arriesgando casi siempre y cuyas consecuencias iban siendo inoculadas sobre la marcha, con puntos de por medio, sufriendo.
El día del Betis, con gol salvador de Willian José en los últimos instantes, supuso un antes y un después para el brasileño, que, tras jugar de titular en el Bernabéu, no había vuelto a contar con muchos minutos en Liga y ahí lo aprovechó marcando un gol que supuso un subidón de autoestima que aún dura. Aquel día se realizó un gran partido con múltiples ocasiones que iban camino de no obtener premio hasta la aparición del de Porto Calvo.

En el encuentro siguiente Quique Setién dio un golpe en la mesa y volvió a mostrar su personalidad. Dejó fuera a Jonathan Viera por un acto de indisciplina en un entrenamiento previo. El bien del equipo por delante. Otra vez. Sin casarse con nadie. Ni Viera, ni Viero. Con nadie. Aquel día el equipo notó mucho en falta al genio de La Feria, pero el entrenador dejó claras las cosas.
Los partidos contra Granada y contra Athletic de Bilbao en ese campo que es envidia del mundo, el nuevo San Mamés, fueron un escándalo. Excelentes encuentros. Vicente –Roque y Tana ya eran futuribles para la Selección de Sincronizada Setieniana, perfectos en colocación, anticipación y agilidad mental, en puestos claves para el juego que se busca. 
 
       Pero volvió a ocurrir. La idea innegociable volvió a ser cuestionada. Los resultados le hacían un quiebro al método y aparecieron las dudas. Tras perder con Atlético de Madrid, Levante y Rayo, Quique Setién realizó las matizaciones en el estilo que han dado la clave de esta reacción última: colocó a Jonathan Viera en el centro, junto a Tana, con Vicente ya caído en Copa, y Roque como único pivote. Con Wakaso en la banda izquierda, hasta su lesión, con Momo (interior en el último partido por Tana) y un Nili estelar en Villarreal por la derecha y el equipo empezó a combinar por el centro, a encontrarse y a bailar. Quizás fuera la lesión de Vicente la que propiciase el cambio de Viera; quizás estaba en la cabeza del entrenador. El caso es que se encontró un remedio agitando la coctelera. Además, como consecuencia de otras lesiones (Dani Castellano y David Simón) la UD ha contado en esta racha última con dos laterales menos ofensivos (David García y Javier Garrido), pero que se están mostrando muy sobrios y seguros atrás, y que dan algún que otro pelotazo como recurso y no como opción, buscando a un Willian que ha encontrado su lugar. Así, sin tantas subidas, con Roque solo de pivote, el equipo ha estado más arropadito y ha coincidido con una racha inaudita de tres partidos seguidos sin encajar gol. Tras las dos derrotas en Sevilla y con el Barcelona en casa, el estilo, con los nuevos matices ha empezado a dar frutos, a dar puntos.

         Ha sido, por tanto, un trabajo de maceración de una idea, a fuego lento, dejándola asentarse, dándole cariño y matizándola levemente, pero en base a lo aprendido y, además, contando como dijo Setién en rueda de prensa tras ganar en El Madrigal “con una cuota de suerte necesaria para ganar a estos equipos; la jugada de Soldado, por ejemplo, en la primera parte que ha salido fuera por unos centímetros y en otras ocasiones, cuando estás con una mala racha, esos balones acaban entrando”.
 
       Ojalá siga la racha. La idea, el método, con seguridad, permanecerá innegociable.




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