Tras la estrepitosa derrota en los Juegos del Mediterráneo hemos visto tristemente como las voces más críticas de la hinchada amarilla se han abonado al
radicalismo pidiendo la dimisión de Manolo Jiménez tras disputar sólo nueve
jornadas y estando el equipo amarillo en
puestos de play-off a sólo cinco puntos
del ascenso directo. Incluso se ha filtrado que el mismo presidente ha tenido
que transmitirle al técnico andaluz confianza confirmándole que su continuidad no está vinculada al
resultado que el equipo coseche el próximo sábado frente al Numancia.
Y es que un proyecto como el que ha emprendido
la entidad insular esta temporada no puede tener la estabilidad propia de un
castillo de naipes. Se ha fichado a un nuevo cuerpo técnico y a 18 caras nuevas
– si, 18 - respecto a la temporada anterior. Por tanto, este proyecto se merece
un tiempo prudencial proporcional a la magnitud del mismo para poder valorar si
se ha de cambiar de timonel o no. Y este tiempo prudencial, como mínimo, debe
alcanzar el mercado de invierno.
Parece que se ha olvidado que el
escenario donde se desenvuelve nuestra U.D. – La Liga 123 - es tremendamente
complicado, tedioso e igualado, siendo
muy habituales las montañas rusas generadas por estados de forma que cambian constantemente. Con todos estos componentes, la estabilidad defensiva mostrada por el
equipo amarillo en ocho de las nueve jornadas precedentes debe ser la base
sobre la que este equipo cimiente todas sus posibilidades de ascenso.
Y si bien a Jiménez se le exige
llevar la iniciativa y crear ocasiones de gol – algo que sólo ha conseguido en
contados partidos este año - debido a la plantilla que se le ha puesto en sus
manos, no se puede obviar que el técnico sevillano basa su sistema en encajar
pocos goles y en rentabilizar al máximo los tantos que se
logren, por lo que no se le puede exigir a un entrenador de estas
características un juego alegre en una liga en la que los errores causados por
la “alegría” en el juego penalizan de manera sonrojante.
Manolo Jiménez aplaude una jugada de su equipo. Foto: ©laprovincia.es |
Y vaya por delante que no me
pongo una venda ante el insulso e improductivo juego que está proponiendo
Jiménez - máxime tras haber probado recientemente las mieles del “jogo bonito”
en el EGC de la mano de Setién - pero
la solución a este problema no puede pasar ni de lejos por una destitución tan temprana.
Precisamente con el cántabro fue esa la solución y surtió efecto de manera
totalmente inesperada, pero aquella reacción tras una despido tan precoz ocurre
– con suerte -una vez de cada cien. El mundo del fútbol se ha encargado de recordarnos una y mil
veces que la precipitación en este tipo de situaciones es sinónimo de mala
gestión y sólo puede tener un desenlace: el fracaso.
Cabría probar con un cambio de
sistema que otorgase mayor presencia
ofensiva a los medios sin perder solidez en la retaguardia o quizás con un
cambio de jugadores en el once tipo que proporcione mayor profundidad al equipo
e incluso con abrir el juego más a las bandas jugando con extremos puros sin
acumular tanta gente en el centro. Lo que es obvio es que el principal problema
del equipo es la falta de presencia en el área rival, donde jugadores como
Rubén o Araujo están esperando con la caña para llevar el balón al fondo de la
red. Pero no es menos cierto que en el banquillo tenemos a un entrenador experimentado
– y con una plantilla diseñada a su gusto - para dar con la tecla adecuada y
volver a la senda del triunfo, por lo que confiemos en él en vez de pedir su
destitución desde que los resultados dejen de acompañarle.
@ Foto de portada: pasionamarilla.com