17 de octubre de 2018

OPINIÓN // LA PRECIPITACIÓN NUNCA PUEDE SER LA SOLUCIÓN


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Tras la estrepitosa derrota en los Juegos del Mediterráneo hemos visto tristemente como las voces más críticas de la hinchada amarilla se han abonado al radicalismo pidiendo la dimisión de Manolo Jiménez tras disputar sólo nueve jornadas y estando el equipo  amarillo en puestos de play-off  a sólo cinco puntos del ascenso directo. Incluso se ha filtrado que el mismo presidente ha tenido que transmitirle al técnico andaluz  confianza confirmándole que su continuidad no está vinculada al resultado que el equipo coseche el próximo sábado frente al Numancia.

Y es que un proyecto como el que ha emprendido la entidad insular esta temporada no puede tener la estabilidad propia de un castillo de naipes. Se ha fichado a un nuevo cuerpo técnico y a 18 caras nuevas – si, 18 - respecto a la temporada anterior. Por tanto, este proyecto se merece un tiempo prudencial proporcional a la magnitud del mismo para poder valorar si se ha de cambiar de timonel o no. Y este tiempo prudencial, como mínimo, debe alcanzar el mercado de invierno.

Parece que se ha olvidado que el escenario donde se desenvuelve nuestra U.D. – La Liga 123 - es tremendamente complicado,  tedioso e igualado, siendo muy habituales las montañas rusas generadas por estados de forma que cambian constantemente. Con todos estos componentes,  la estabilidad defensiva mostrada por el equipo amarillo en ocho de las nueve jornadas precedentes debe ser la base sobre la que este equipo cimiente todas sus posibilidades de ascenso.

Y si bien a Jiménez se le exige llevar la iniciativa y crear ocasiones de gol – algo que sólo ha conseguido en contados partidos este año - debido a la plantilla que se le ha puesto en sus manos, no se puede obviar que el técnico sevillano basa su sistema en encajar pocos goles  y en  rentabilizar al máximo los tantos que se logren, por lo que no se le puede exigir a un entrenador de estas características un juego alegre en una liga en la que los errores causados por la “alegría” en el juego penalizan de manera sonrojante.

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Manolo Jiménez aplaude una jugada de su equipo. Foto: ©laprovincia.es
Y vaya por delante que no me pongo una venda ante el insulso e improductivo juego que está proponiendo Jiménez - máxime tras haber probado recientemente las mieles del “jogo bonito” en el EGC de la mano de Setién - pero la solución a este problema no puede pasar  ni de lejos por una destitución tan temprana. Precisamente con el cántabro fue esa la solución y surtió efecto de manera totalmente inesperada, pero aquella reacción tras una despido tan precoz ocurre – con suerte -una vez de cada cien. El  mundo del fútbol  se ha encargado de recordarnos una y mil veces que la precipitación en este tipo de situaciones es sinónimo de mala gestión y sólo puede tener un desenlace: el fracaso.

Cabría probar con un cambio de sistema que otorgase  mayor presencia ofensiva a los medios sin perder solidez en la retaguardia o quizás con un cambio de jugadores en el once tipo que proporcione mayor profundidad al equipo e incluso con abrir el juego más a las bandas jugando con extremos puros sin acumular tanta gente en el centro. Lo que es obvio es que el principal problema del equipo es la falta de presencia en el área rival, donde jugadores como Rubén o Araujo están esperando con la caña para llevar el balón al fondo de la red. Pero no es menos cierto que en el banquillo tenemos a un entrenador experimentado – y con una plantilla diseñada a su gusto - para dar con la tecla adecuada y volver a la senda del triunfo, por lo que confiemos en él en vez de pedir su destitución desde que los resultados dejen de acompañarle.


@ Foto de portada: pasionamarilla.com




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