LA UD DISMINUYE DE VELOCIDAD, PERDIENDO EL LIDERATO.
El ogro de Heliópolis no es tan fiero como las leyendas béticas cuentan. A la sombra de la Giralda esperaba a la UD un equipo inmerso en dudas que genera desconfianza entre sus fieles, un club que luce rancio abolengo que, más allá de una heráldica lustrosa, tan sólo demuestra tener un presente tambaleante.
La precaución invitó a Paco Herrera a ser precavido en la visita al ovni sevillano, en las lindes de Rubén Castro se esperaba un encuentro ante un rival con pegada y calidad en sus credenciales. Así, se le otorgó la titularidad a jugadores como Casto, Culio o Christian en busca de una experiencia y solidez defensiva armada además con un nuevo esquema táctico más cercano al 4-5-1 que al 4-3-3 con el que se inició la temporada, en los mejores partidos de la huestes amarillas.
Los damnificados fueron Lizoaín, David Simón o Momo entre otros, en los que cabe destacar al cartógrafo Roque Mesa que por segunda jornada consecutiva asume un ostracismo de difícil explicación. Si bien el cambio de nombres y esquema trajo consigo la ansiada solidez, alejó a su vez la capacidad para sorprender al contrario.
Casto, titular ante su exequipo, no sufrió prácticamente. Sobrio partido. Foto: ©LFP.es |
La UD se volvió un equipo fuerte atrás y previsible arriba. Araujo se muestra últimamente como una isla solitaria que busca balones que se le telegrafían a las espaldas de los defensa a los que en ocasiones llega, pero hoy no tuvo la suerte de cara. Sin desborde claro por las bandas, la defensa sevillana se mostró muy centrada en frenar los intentos del argentino que, como siempre, se revolvía en las postrimerías del gol pero sin encontrar el tan ansiado premio.
Los minutos se consumía inexorablemente en una torpe partida de ajedrez donde la fricción y el contacto ganaban a la inspiración y a la creatividad. Con un ritmo lento, pausado, continuamente entrecortado por faltas e interrupciones, los bostezos germinaban en mayor número en la grada que las emociones. En pocos tramos del encuentro los protagonistas regalaron motivos para cantar gol, un disparo de Cejudo desde la frontal por parte bética tras una gran ocasión de Aythami Artiles que sacó la defensa verdiblanca bajo palos, lo más cercano al éxtasis.
Al descanso, más allá de la sobriedad táctica que había logrado Herrera, las falencias de la UD eran evidentes en la elaboración y el ataque. La ausencia de profundidad, velocidad, verticalidad facilitaban las labores defensivas de una zaga sevillana gelatinosa cuando se la ponía a prueba. Así, la banda zurda de la UD entre la falta de ritmo competitivo de Cristhian y Culio se mostró como una parcela proclive al contacto pero carente de toda inspiración. El argentino que, con su carácter sobre el campo se ha ganado el favor del técnico, se muestra en estos momentos una dificultad más para la fluidez del juego más allá del gen competitivo que aporta. Su abuso de la conducción del balón, y su gusto por el contacto, impiden la velocidad y la fluidez en el juego que caracterizaba a la UD antes de su irrupción en el once titular (derbi aparte).
Culio, 2º partido como titular, aporta la garra que reclama Herrar en la medular. Foto: ©LFP.es |
Tras la reanudación, el encuentro seguía por los mismos derroteros carentes de ocasiones claras y plagado de interrupciones y jugadas embarulladas. Bajo los silbidos de los aficionados béticos descontentos con su equipo, con el árbitro y, quizás también, con la vida, el Betis buscó el gol añadiendo más pólvora arriba al juntar a Rennella con un desaparecido Rubén Castro. Poco a poco, le fue comiendo terreno a una UD que se dejaba dominar sin demasiado peligro, una UD que por momentos pareció carecer de vocación ofensiva.
Los cambios estaban cantados: Guzmán, Valerón y Figueroa eran los llamados para dar la vuelta al partido. Los tres mismos jugadores que ayudaron a voltear el marcador en el Sardinero, al empate ante el Sporting, eran las soluciones más demandadas para la apatía del Benito Villamarín. Paco Herrera también lo vio, pero en su bien intencionado criterio de buscar el mejor momento, apuró demasiado los relevos dejando ya poco margen para la incidencia en el juego. Las ocasiones existentes llegaban prácticamente a balón parado con un rendimiento de eficacia sonrojante para ambos contendientes.
Mediada la 2ª parte todo volvió a cambiar para la UD. La tarjeta roja a Perquis por una dura entrada a Vicente Gómez parecía desnivelar el campo hacia la portería que defendía a Adán. Y quizás así fue en los posteriores minutos a la expulsión, donde el equipo amarillo, espoleado por la superioridad numérica, ganó en velocidad, ganas e ímpetu para luego, cual gaseosa, perder fuerza poco a poco y volver a quedarse en la insípida agua que hidrata pero no alegra. Una de esas pocas jugadas murió en las manos de Adán tras un buena jugada personal de Nauzet Alemán con regate incluido en la frontal de área.
La expulsión de Perquis no fue aprovechada por la UD Las Palmas. Foto: ©LFP.es |
A falta de diez minutos Herrera comenzó el carrusel de cambios anunciado primero con Valerón, luego con Guzmán y por último Figueroa, y pesa a la calidad del primero y las ganas del segundo, no tuvieron casi tiempo para desnivelar un marcador que parecía ya que hubiese fraguado el cero a cero. Pese alguna jugada polémica, a considerar un gol de Araujo mal anulado por fuera de juego en el minuto 83, la UD no dio muestras de querer ir a buscar los tres puntos con la misma confianza y empeño de las primeras jornadas. O al menos no sabe como hacerlo sin tropezarse consigo misma.
Si el objetivo era rescatar algo positivo en un plaza que se presumía complicada, la UD se pueda dar por satisfecha, pero a tenor de lo visto la UD no ha ganado un punto sino desperdiciado dos. El conjunto de Herrera saltaba a la húmeda pradera sevillana sabedor de los resultados del día anterior, en caso de no ganar se cedía el liderato al Girona. Como quizás en este encuentro con los cambios, Herrera ve más a medio plazo que a corto, pero la sensación amarga de una gran ocasión perdida es ineludible. Y así lo demuestra la tarjeta amarilla sacada a Aythami Artiles por quejas al árbitro con el partido ya finalizado. La frustración de no ganar por segunda jornada consecutiva ante un rival con inferioridad numérica.
El jueves tocará jugar en Copa contra el Numancia con un carrusel de cambios que poco tendrá que ver con lo que se verá el próximo domingo en Liga ante el mismo rival. Pero tiene que servir para recuperar el brío, el ánimo y el hambre competitivo de antaño, algo que se perdió de camino al Heliodoro y que sólo a ratos aparece como un invitado temporal y no como el protagonista principal.