29 de octubre de 2014

NAUZET ALEMAN, EL DISCOLO CONSENTIDO


Otrora se le consideró  de los mejores jugadores de la categoría en aquel Valladolid que consiguió el ascenso a la Liga BBVA en la temporada 2011/12 y con el que también disputó una temporada en primera división batiendo incluso, en el Santiago Bernabéu, a Iker Casillas en una de sus especialidades, el libre directo. Pero desde que se enfundara nuevamente la elástica amarilla su temperamento ha ido creciendo de manera inversamente proporcional a su fútbol.


Aquel jugador canalizaba su temperamento dentro del campo y lo transformaba en pura adrenalina por la banda. Sus centros eran medidos y materializaba no menos de ocho goles por temporada, aportando también en defensa una dosis de solidaridad que se traducía en constantes recuperaciones de  balón en la zona ancha del campo. Todas estas virtudes lo convertían en el jugador que todo entrenador quería tener en su equipo, puesto que además contagiaba a sus compañeros de lucha y entrega en aquellos momentos en los que más se necesitaban.


Nuazet celebra el ascenso con el Valladolid. Foto: ©ElNortedeCastilla

Ese equipo consiguió su preciado objetivo, pero Nauzet, deseoso de recuperar el calor familiar y climatológico del que no podía disfrutar en Pucela, negoció la vuelta al club que le vio crecer y el regreso a su isla natal se convirtió en una realidad. Aterrizó con la vitola de estrella y, quizás por ese motivo, se acomodó en ese liderazgo que da el nombre, pero que se pierde paulatinamente si no se acompaña de una actitud ejemplar dentro del campo. Firmó un contrato por cinco años y el entrenador que lideraba ese nuevo proyecto, Sergio Lobera, contaba con él como un fijo en el ataque amarillo. Regresaba con una madurez futbolística que hacía presagiar grandes tardes en el Estadio Gran Canaria, pero a veces la vida, y sobre todo un deporte tan cambiante como el fútbol, dan giros inesperados.


Nauzet reclama una acción. Foto: ©LaProvincia.es
Ese año ya empezó a mostrar una transformación en su carácter que se acentuaría de manera exponencial en la temporada siguiente, quizás causada por la frustración del jugador que es incapaz de mostrar el nivel que sí demostraba pocos años atrás. Su mutación futbolística y temperamental le empezó a llevar al banquillo tras provocar varias expulsiones absolutamente innecesarias que lastraron al equipo en sucesivos partidos. Acostumbrado tristemente a que su nombre estuviera siempre presente en las mesas de trabajo del Comité de Competición, tuvo su episodio más cirquense cuando, tras una dolorosa derrota en casa ante el Barca B, tuvo un agarrón con su entrenador a la entrada del vestuario, acusándolo directamente de la derrota, tras no haber jugado ni un minuto. 


Nauzet protesta aireadamente una decisión arbitral. Foto: ©Tintaamarilla.es

Tras ese último incidente, su distanciamiento con el entrenador y la grada se agravó cada vez más, pues tampoco en el campo mostraba ninguna cualidad que le hiciera valedor de un puesto en el once titular. Por si esto fuera poco, sus repetidas salidas nocturnas tras los partidos provocaban en el respetable una sensación "maradoniana" respecto al jugador. Sin embargo, el entrenador fue cesado y el nuevo, Josico, volvió a apostar por él para jugar la promoción de ascenso a la Liga BBVA. Fue allí, en esos cuatro partidos, cuando ya nadie apostaba por él, cuando se recuperó la mejor versión del jugador: hábil, maduro, experimentado y entregado. Sus lágrimas en el césped el 22J reflejan su amor por los colores, pero también la impotencia de una temporada marcada por sus díscolos comportamientos.

En esta nueva temporada, con Paco Herrera ya en el banquillo, ha vuelto a recuperar la titularidad. De hecho, ha sido indiscutible para el técnico catalán en estas diez primeras jornadas, pero esta titularidad no ha venido acompañada de un gran rendimiento, es más, ni siquiera de un aceptable rendimiento. Sus dos hermosos goles  no pueden servir de peaje para cubrir un puesto que necesita de una participación que el de Las Mesas no está aportando en este principio de curso. Sus centros se pierden en el limbo, sus faltas nunca encuentran su destino y sus escasas galopadas por la banda rara vez culminan con buen resultado. Hay que reconocer que en algunos partidos como en el del Lugo si se le percibió bastante entrega, pero son casos más aislados que frecuentes y, dada la exigencia de la categoría, no parecen suficientes para justificar una titularidad que parece asignada por decreto. 

Amargas quejas las de Nauzet al árbitro en El Toralín. Foto: ©LaProvincia.es.
Y cuando parecía que ya tenía más controlado su arduo temperamento, en este último partido en Ponferrada volvió a sacar a la luz su lado más inmaduro. Podía  rozar incluso la normalidad la tarjeta que le sacaron por protestar el clamoroso penalti que se cometió sobre David Simón, pero lo que no puede hacer nunca un jugador de su empaque y experiencia es volver a increpar al colegiado a la finalización del encuentro cuando ya ningún resultado positivo pueden obtener sus protestas. La sanción del Comité - la más leve que se le podía aplicar - resulta hasta generosa dado el historial del jugador y vuelve a poner a debate la necesidad de contar con un activo que, además de no mostrar el nivel esperado, es capaz de poner su propio ego por delante de las necesidades del equipo. Dada su escasa aportación, parece obvio que una de las principales razones por las que Herrera cuenta con él es por su ímpetu, pero mucho deberá trabajar el entrenador si desea canalizar ese rasgo de su personalidad hacia su vertiente más positiva y no hacia la desacertada faceta actual.







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