El vaso medio vacío. El resultado final, que a priori hubiese resultado positivo, ha sabido
a poco a un equipo amarillo que, si bien no dominó con claridad el partido, sí dispuso de las mejores ocasiones para volver a la isla con un botín mayor,
sobre todo después de la expulsión de Perquis. Además, supo anular
perfectamente la artillería verdiblanca
y consiguió, incluso, poner a algunos sectores del Villamarín en contra de sus
jugadores.
Falto una dósis de ambición. Si bien el Betis se quedó con uno menos en el
minuto 71, no fue hasta el minuto 80 cuando Paco Herrera hizo el primer cambio
en el equipo introduciendo jugadores frescos como Valerón ó Guzmán que con un
poco más de tiempo podrían haber resultado decisivos con tantos espacios frente a la diezmada
defensa verdiblanca. Además, algunos jugadores que presentaban claros síntomas
de cansancio como Culio ó Nauzet permanecieron en el terreno de juego haciendo
evidente que el míster les concede un crédito más propio de las tarjetas black que de jugadores físicamente agotados.
¿Se sacrificó la faceta ofensiva? La Unión Deportiva sumó un centrocampista más en el once, en este caso Vicente, el cual se intercambiaba con Culio entre la mediapunta y el interior izquierdo. Para ajustar estos
mimbres, el técnico catalán dispuso un sistema 4-2-3-1
en el que los cinco jugadores de la
medular se juntaban extremadamente para defender formando una tela de araña en
la que los sevillanos cayeron continuamente. Es verdad que la pelota no circulaba con la misma alegría y fluidez que en las primera jornadas pero decir que se sacrificó el ataque resulta obsceno cuando las estadísticas dicen que la U.D. remató hasta 5 veces entre los tres palos jugando a domicilio contra el Betis, en algunos ocasiones muy claros como fueron el de Aythami en la primera parte con el portero vencido o el mano a mano de Nauzet en la segunda. Esto, sin contar un palo y el gol legal anulado a Araujo.
La cantera pierde protagonismo. Estábamos ya acostumbrados al orgasmo regional que producía ver a diez grancanarios en el once inicial, pero esta vez se han reducido a siete, cifra bastante considerable por otro lado. Aunque puede parecer algo inexplicable la suplencia de David Simón - en el once ideal de la lfp en septiembre - la verdad es que Raúl había tenido algunos episodios de nerviosismo en los dos últimos partidos, y estas sensaciones en un portero suelen ser sinónimas de goles encajados. Además, jugar con laterales que jueguen en su puesto natural da un plus defensivo al equipo, que se pierde al jugar Angel en banda cambiada. El experimento le ha salido bien a Herrera por lo que, a partir de ahora, seguramente estos dos jugadores gozarán de la titularidad que se les preveía cuando fueron fichados.
Se esperaba más del rival. Teniendo en cuenta que el Betis quintuplica el
presupuesto de la Union Deportiva y que tenía el aliento de más de 30000 almas
desbocadas - increíble afición que no paró de saltar y cantar en todo el encuentro - se vislumbraba otro escenario distinto al ofrecido posteriormente
por el equipo de Heliópolis. Perdieron la posesión y no fueron capaces en
ningún momento de desplegar el juego que se le imagina a un aspirante al
ascenso, ni siquiera a la contra. Este juego estéril sólo le valió para rematar dos veces en todo el partido: la primera fue desviada por Cristian y
la segunda ni siquiera fue entre los tres palos. Además, cometieron varios
errores defensivos que les pudieron costar bastante caros y, sobre todo en la
segunda parte, dedicaron su juego a parar a base de faltas a los jugadores
amarillos.
Partido trabado y feo. Si por algo pasará al recuerdo este encuentro será
sin duda por las continuas interrupciones que sufrió a lo largo de los 90
minutos. Las casi 50 faltas cometidas y los repetidos saques de banda hacían
que prácticamente no existiese ni un solo minuto de juego continuado. No ayudó
nada en este aspecto la actuación del colegiado, el cual pitaba hasta el más
mínimo roce y no aplicaba bien la ley de la ventaja. Obviamente este hecho
indignaba cada vez más a los espectadores, a los cuales no sólo les cayó el
chaparrón de agua de la primera parte sino que también tuvieron que sufrir el bodrio de partido que se desarrollaba en el terreno de juego.
No es de extrañar pues que llegara un punto en el que los ánimos de los
aficionados mutaran hacia las protestas y los silbidos se hicieran un hueco en el ambiente vivido en el feudo
bético.