3 de abril de 2016

LA CARA B II U.D. LAS PALMAS - VALENCIA C.F.



Resultado con tufo a permanencia. Si la victoria en Anoeta tenía sólo el aroma a permanencia, la cosechada ayer frente al Valencia ya tiene un pestazo inconfundible a la consecución del objetivo. La Unión Deportiva se aleja a ocho puntos de los puestos que provocarían el regreso al infierno, lo cual se antoja una ventaja bastante complicada de echar por la borda a sólo siete jornadas para la finalización del campeonato. Los de Setién han firmado unos  últimos seis encuentros de escándalo sumando quince de los dieciocho puntos posibles que han disputado, lo que les ha llevado a pasar de la 19ª a la 11ª plaza. Con 36 puntos ya en la buchaca, sólo faltarían cuatro para llegar a los famosos 40 que darían la permanencia virtual, aunque a la vista de los resultados actuales todo indica que con alguno menos también valdría. 

El portero debe ser amigo del error. Javi Varas recordaba esta máxima en redes sociales, aclarando también que pasó, en sólo 90 minutos, de vivir una de las tardes más amargas a obtener uno de los mejores recuerdos como portero de fútbol. Su error fue el de maximizar el riesgo al sacar el balón jugado con los pies, algo que le exige su entrenador desde que llegara al banquillo. Más de una vez había escapado por los pelos el arquero andaluz, pero esta vez Rodrigo le adivinó las intenciones para convertir un pase suyo en gol del equipo contrario. El estadio se volcó con Varas coreando su nombre y a la finalización del encuentro, con el portero llorando en el césped, sus compañeros Vicente y David Garcia corrieron a abrazarlo conscientes del dolor interno que albergaba el andaluz tras el fallo cometido. Sin embargo, si por cada error que comete nos da veinte tardes de gloria como ya nos ha dado, la ecuación sigue arrojando un resultado tremendamente positivo.

A entrenador nuevo, ¿Victoria segura?. Abrazado a este tópico, Pako Ayestarán afrontaba el encuentro de ayer confiado en que el hecho de que sus pupilos tuvieran nuevo entrenador les aportase un extra de motivación para enfrentarse a los amarillos. Además, el regalo de Varas seguramente les inyectó una dosis aún mayor de moral, lo cual se tradujo en una primera parte que podría llegar a aceptable. Pero incomprensiblemente, la escuadra ché se vino abajo en la segunda parte de una manera estrepitosa. Viendo su actuación tras la reanudación, resultaba complicado de entender como un equipo con 90 millones de presupuesto podía estar tan carente de personalidad e ideas en un terreno de juego. Sin restarle ni el más mínimo mérito a la actuación de los insulares, el partido del Valencia podría calificarse sin temor a la equivocación de paupérrimo. como demuestra el dato de que se quedaran sólamente en un 37% de posesión, algo totalmente impropio de un equipo que aspira a ocupar puestos de Champions League. Mucho tendrá que mejorar este Valencia si en la próxima temporada quiere ofrecer otra imagen, puesto que en la actual se encuentran cercanos al esperpento.

Una más de nuestro Romario particular. Venía fastidiado desde el penalti errado en Donosti Jonathan Viera, pero ya había avisado en rueda de prensa que si se le presentaba la oportunidad de tirar una nueva pena máxima no dudaría ni un instante en apoderarse del esférico. Y como si de un capricho del destino se tratase, dicho chance se le presentó en el siguiente partido que disputó, que no fue otro que el de ayer. Para aumentar la presión, enfrente tenía al mejor parador de penaltis de la Liga BBVA, Diego Alves. Pero Viera, lejos de caer en el nerviosismo, amagó al brasileño con el lanzamiento lateral para que este se lanzase y luego se la tiró al medio. Alves se dio cuenta tarde de las intenciones del canario, pero aún así rozó el balón con sus pies sin que el contacto fuera lo suficientemente fuerte como para desviarlo de su trayectoria. Era su séptimo gol del curso, el cual solo fue la guinda de una actuación sobresaliente. Los defensas ché lo cosieron a patadas y ni aun así consiguieron frenarle en ningún momento. Al igual que Momo, dieron espectáculo como sólo ellos saben cuando su equipo los necesitaba, para delirio de la afición. Finalmente, nuestro Romario particular tuvo que abandonar el partido en sus instantes finales lisiado tras los continuos golpes recibidos, pero el aplauso de la afición fue tan sonoro y unánime que lograron enmudecer los pitos que acomparon la entrada de Araujo.





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