Por el Gran Canaria pasó el actual dictador del fútbol mundial y la sensación que quedó es que no es tan fiero el ogro como lo pintan. Si bien es cierto que quizás el conjunto de Luis Enrique no imprimió al encuentro toda la intensidad con la que lo hacen con otros rivales más cercanos a su nivel, no es demérito para el buen encuentro que realizaron los amarillos que vieron la posibilidad del empate siempre al alcance de su mano.
26.951 espectadores. Durante la semana los voceros oficiales del club auguraban un lleno en el gran canaria que se quedó bastante lejos de lograrse. Unas 6.000 butacas vacías que deberían de hacer pensar en la planta noble del club si la política de cara al aficionado (desde el despropósito del 26-J) le está compensando. Que una parte importante de la afición no está de acuerdo con la mercantalizada relación que las políticas del club proponen se hizo notar con la inapelable pitada que recibió Miguel Ángel Ramírez en un entrañable acto como era la entrega de medallas a exjugadores amarillas.
Estadio de Gran Canaria. Toca reconocer que la remodelación del estadio, más allá de necesaria, ha sido todo un acierto. Ya se respira, se huele y se palpa fútbol en el recinto de Siete Palmas. Si bien la remodelación de la la Grada Naciente es el gran borrón pendiente de un trámite deportivo para la inyección económica para acometer la obra. El aspecto del estadio vacío impone y está más acorde con la identidad del club al que representa y la isla de la que toma nombre.
El balón como innegociable. A pesar de la relajación propia de un funcionario con la que saltó al césped el Barça a jugar el partido, la UD Las Palmas jugó liberada de todo complejo y se aferró a su idea para mirar a los ojos al gigante azulgrana. Le disputó la pelota, con el pleno convencimiento que a través de ella pivotaba las opciones para lograr algo positivo.
Roque Mesa. Un metro setenta de futbolista que proyecta sobre el césped una sombra infinita. El menudo jugador se ha hecho fuerte con la forzadas ausencias de sus compañeros de líneas caídos por las lesiones. Un torrente de fútbol, un aliento incansable en la presión y un músculo inagotable en el esfuerzo. A día de hoy el jugador determinante en la UD Las Palmas no marca goles, dirige el juego, las transiciones defensa-ataque y marca el mínimo innegociable de entrega en cada partido.
Willian José. El brasileño hace tiempo que se quitó de encima la clásica "saudade" que atenaza a los brasileros cuando los días grises tapan el sol que les tuesta la piel y les calienta el corazón. El número ocho se muestra atento, fino , proactivo en todas las jugadas se muestra y se ofrece como alternativa. Se muestra confiado para pelear y presionar pelotas que a priori nadie espera. Ya es el máximo anotador del equipo, arás dejó la mufa, dejó la mirada perdida y la apatía. Incluso hay días en los que parece que sonría.
Sergio Araujo. Saltó al campo con algunos pitos, tras la polémica con las declaraciones de su padre-representante. El argentino no ocupó plazas centrales junto a Willian José, cayó en banda buscando abrir campo y buscar las ocasiones partiendo desde la izquierda. Se le vio más activo que en anteriores ocasiones, con hambre de gol y tuvo en sus botas dos grandes ocasiones que por muy poco no fueron gol. El Chino no confirmó "su regreso" con un gol salvador, pero dejó atisbar que está de vuelta para sumar en el objetivo de la salvación.
Mauricio Lemos. El uruguayo debutó al fin como jugador amarillo y lo hizo dejando buenas sensaciones a pesar de no hacerlo en su posición. Dejó detalles más que interesantes y muestras de su carácter charrúa como al poco de saltar dejarle claro a todo un Leo Messi las líneas rojas que no debía de cruzar. Mostró, para ser un central, una salida de pelota bastante aseada y con mucho criterio.