Y no
ha sido fácil porque Roque Mesa Quevedo (Telde, 7 de junio de 1989)
cuando ya estaba en el primer equipo, tuvo que salir a ganarse el
sueño en Baleares, donde él mismo siempre ha reconocido que creció.
Todos recordamos cómo se le renovó y se le envió al destierro en
un movimiento unamuniano que a todos nos sonó a despedida porque así
había sucedido otras veces, pero nos equivocamos, por suerte para
todos: para él y para nosotros.
Sorprende que Lobera no supiera ver en él, con su intención de juego (teórica; con ciertas semejanzas a la actual) todo su potencial; su garra sí, seguro, porque siempre estuvo presente en su juego ese punto de coraje y sus ganas de quedarse y ser uno más en la primera plantilla, pero no se confiaba. Haciendo un poco de memoria seguro que recordamos -y resulta tan ridículo y ventajista ahora- cuando se pensaba que podría jugar de lateral derecho o en banda como si una gacela pudiese vivir en una jaula, completamente fuera de lugar.
Sorprende que Lobera no supiera ver en él, con su intención de juego (teórica; con ciertas semejanzas a la actual) todo su potencial; su garra sí, seguro, porque siempre estuvo presente en su juego ese punto de coraje y sus ganas de quedarse y ser uno más en la primera plantilla, pero no se confiaba. Haciendo un poco de memoria seguro que recordamos -y resulta tan ridículo y ventajista ahora- cuando se pensaba que podría jugar de lateral derecho o en banda como si una gacela pudiese vivir en una jaula, completamente fuera de lugar.
La realidad es que lleva sólo una temporada y media (siendo importante) en el primer equipo pero ha sido en este último impulso donde su inteligencia posicional ha asombrado a todos, traspasando incluso las fronteras de esta isla pequeña en mitad del Atlántico.
El año pasado fue redondo y sobre todo, supimos que teníamos a un pelotero de cuidado. Paco Herrera sí supo verlo confiando en él de verdad y vimos los primeros destellos de un Roque nuevo, más maduro, con más llegada y con todas las cartas sobre la mesa fue ganándose el respeto de todos. En el recuerdo eterno quedarán por siempre dos jugadas; contra el Zaragoza, en Liga, siendo nosotros ocho, en la que entre él y Hernán metieron un gol antológico lleno de clase y garra y en el Play-Off de Ascenso; en la última final de nuestras vidas, con el primer gol obra suya, en un disparo que nunca olvidaremos y que abrió la caja del sueño de todos.
Y ahora, con todos los focos, es hermosísimo observarlo bajando a recibir, llevando el ritmo del partido- siendo la auténtica brújula, camisita por dentro-; haciendo un cambio de juego a Wakaso, de banda a banda, dando un pase en corto, buscando asociarse y moverse con Viera o Tana creando sinergias entre los bajitos, o dando un pase al hueco a Dani Castellano que sube por banda como una flecha y es que la Unión Deportiva, en su vuelta a la élite, trece años después, es el equipo que maneja, dirige y ordena el 15, Roque Mesa.