2 de febrero de 2016

OPINIÓN || LO QUE DIGA ROQUE


Cuando Roque Mesa recibe la pelota de Javi Varas para iniciar el juego él ya sabe donde están sus compañeros. Baja unos metros ubicándose casi entre los centrales; recogiendo el balón de espaldas al resto y observando con el rabillo del ojo si hay algún rival acechándolo; si es así, casi siempre tiene un movimiento rápido guardado para salir del paso (cada vez sucede más; Atlético, Valencia y Celta en la primera parte, sobre todo, vinieron al Gran Canaria con esto estudiado) y si no, si no hay problemas, se gira y comienza a mandar con la pelota ya en movimiento. Es una coreografía, un automatismo, que ya tiene trece partidos (sólo se ha perdido uno, por sanción, con Setién) de una mochila llamada confianza. 
Y no ha sido fácil porque Roque Mesa Quevedo (Telde, 7 de junio de 1989) cuando ya estaba en el primer equipo, tuvo que salir a ganarse el sueño en Baleares, donde él mismo siempre ha reconocido que creció. Todos recordamos cómo se le renovó y se le envió al destierro en un movimiento unamuniano que a todos nos sonó a despedida porque así había sucedido otras veces, pero nos equivocamos, por suerte para todos: para él y para nosotros. 

Sorprende que Lobera no supiera ver en él, con su intención de juego (teórica; con ciertas semejanzas a la actual) todo su potencial; su garra sí, seguro, porque siempre estuvo presente en su juego ese punto de coraje y sus ganas de quedarse y ser uno más en la primera plantilla, pero no se confiaba. Haciendo un poco de memoria seguro que recordamos -y resulta tan ridículo y ventajista ahora- cuando se pensaba que podría jugar de lateral derecho o en banda como si una gacela pudiese vivir en una jaula, completamente fuera de lugar. 


La realidad es que lleva sólo una temporada y media (siendo importante) en el primer equipo pero ha sido en este último impulso donde su inteligencia posicional ha asombrado a todos, traspasando incluso las fronteras de esta isla pequeña en mitad del Atlántico. 
El año pasado fue redondo y sobre todo, supimos que teníamos a un pelotero de cuidado. Paco Herrera sí supo verlo confiando en él de verdad y vimos los primeros destellos de un Roque nuevo, más maduro, con más llegada y con todas las cartas sobre la mesa fue ganándose el respeto de todos. En el recuerdo eterno quedarán por siempre dos jugadas; contra el Zaragoza, en Liga, siendo nosotros ocho, en la que entre él y Hernán metieron un gol antológico lleno de clase y garra y en el Play-Off de Ascenso; en la última final de nuestras vidas, con el primer gol obra suya, en un disparo que nunca olvidaremos y que abrió la caja del sueño de todos.


Y ahora, con todos los focos, es hermosísimo observarlo bajando a recibir, llevando el ritmo del partido- siendo la auténtica brújula, camisita por dentro-; haciendo un cambio de juego a Wakaso, de banda a banda, dando un pase en corto, buscando asociarse y moverse con Viera o Tana creando sinergias entre los bajitos, o dando un pase al hueco a Dani Castellano que sube por banda como una flecha y es que la Unión Deportiva, en su vuelta a la élite, trece años después, es el equipo que maneja, dirige y ordena el 15, Roque Mesa.




No olvides suscribirte, para recibir todos nuestros análisis, noticias y opiniones, directamente en tu email.

Ingresa tu correo electrónico:

Recuerda confirmar tu suscripción, haciendo click en el enlace que recibirás por email.