Cuando dos equipos necesitan el balón para respirar y éstos se enfrentan entre sí, uno de los dos sufre. Esto es lo que sucedió durante el partido, especialmente en la primera parte. El Celta fue un vendaval, la UD, sometida, encajaba de su propia medicina: posesión, presión en la salida, disparos, intención creativa y, sin embargo, el gol llegó de la manera más absurda. Bigas, un seguro sacando el balón jugado erró, quiso buscar una mejor opción en un pase, dudó y Giuseppe Rossi lo aprovechó encarando a Raúl y cruzándole el balón ante una salida desesperada e inesperada. 1-0 en el 12. Poco a poco, la UD fue creciendo, y jugó sus mejores minutos del partido gestionando el balón y el oxígeno, conteniendo a un Celta que, como el equipo canario, sufre cuando no lo tiene y tuvo opciones de empatar. Fontás erró de un modo similar al de Bigas, pero Boateng se adelantó el balón en exceso y no pudo rematar bien ante la salida de Sergio Álvarez. Pero, sin duda, la opción más clara llegó con una cucharita de Viera -marca registrada- que remató llegando en carrera y de volea David Simón, pero el árbitro lo anuló por un fuera de juego que, vista la repetición, no era. Minutos después, un disparo desde la derecha de Iago Aspas lo paró Raúl, pero el rechace lo metió en la jaula, otra vez, Rossi. La UD encajó el golpe tratando de atacar, como único sabe, y pudo llegar el primero amarillo en un remate al larguero de Vicente tras pase de Boateng.
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En la reanudación el Celta trató de gestionar la ventaja y cedió algo el esférico a los grancanarios que lo tenían, pero no generaba peligro; era una posesión sin relevancia y el equipo, pese a las ocasiones relatadas, estaba firmando un partido sin guarnición ni solomillo, inane, sin sustancia. En un error de Tana en el centro del campo, y en una carrera que perdió David García con Rossi hizo que el italiano firmase un hat-trick algo que no conseguía desde antes de que se rompiese las rodillas por mil sitios cuando jugaba en el Villarreal y su carrera parecía deambular por otros derroteros.
Y, desde ahí, un páramo, sólo un chispazo de Jesé -desaparecido, irregular, decepcionante- sacó del letargo a una UD en un partido que se escurría como agua cuesta abajo, que moría, que estaba resultando tedioso.
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Sólo un gol de Bigas, en el 80, al aprovechar una mala salida de Sergio Álvarez y de media chilena provocó que el duelo recobrara el pulso. Viera, tras excelente pase de Dani a Jesé y tras otra buena maniobra de Rodríguez, erró delante del portero gallego en la posibilidad más certera de que el equipo marcase el segundo. Hubo un cierto brote, un impulso de la UD. Funcionó así el equipo, a arreones alrededor de Jonathan Viera y no le dio para más ante un Celta que fue superior y que se llevó el partido con claridad. En el duelo de los yonkis del balón, la UD perdió porque no tuvo el bien más preciado y porque cuando lo tuvo no supo qué hacer con él, ni cómo hincarle el diente al rival.
Ahora a Eibar, el jueves, en otra nueva oportunidad para sumar tres puntos fuera de casa. Vigo ya es pasado.