6 de abril de 2017

HUÉRFANOS DE FÚTBOL E ILUSIÓN (3-1)



La UD se traiciona a sí misma en un partido deplorable y paupérrimo en su nivel futbolístico. El equipo de Setién fue incapaz de intimidar, inquietar a su rival en los noventa minutos. Sin atisbo de reacción, el equipo amarillo no mostró en ningún momento la intensidad necesaria para competir por tres puntos que de forma temprana perdió todas las opciones de ganarlos. El golazo de Lemos lo único rescatable de un partido horrible.

Las Palmas a día de hoy es un suntuoso castillo de naipes, con cromos de esos que todos los niños quieren tener en su colección. Un castillo que armado luce bonito, precioso, pero que a la hora de la verdad, con cualquier mínima corriente de aire o golpe en la mesa cae con estrépito. Ya no es cuestión de si se juega lejos del Gran Canaria, la realidad demuestra que hay una brecha en el nivel futbolístico y en la tensión competitivo de este equipo desde que comenzó la 2ª vuelta del campeonato que se ha agravado en las últimas semanas.

El partido comenzó como se esperaba, un Eibar que también había hecho rotaciones (Setién introdujo hasta siete novedades) no cambió un ápice en su libreto: presión, intensidad, ocupación de espacios, tensión competitiva y la suficiente agresividad como para "morder" el rival. Justo todo lo que carece una UD Las Palmas que se agarra al mantra de un estilo que está extraviado pues, ni por asomo monopolizó la posesión del balón. En ocasiones, Las Palmas con balón hace poco daño, sin balón no es prácticamente nada.



En los primeros 45 minutos el equipo ibarrense pareció ser un ogro azulgrana que se divertía con un juguete roto, una Unión Deportiva desnortada, desnuda con todas sus costuras al aire. Un equipo que boqueaba con el agua al cuello buscando una esperanza, una factor futbolístico donde asirse pero que no encontraría hasta en la segunda mitad. Mientras, primero Bebé en una carrera que ganó por velocidad e inteligencia táctica a la espalda de Lemos definió con clase ante la salida de Lizoaín para anotar el primero. Doce minutos después, sin reacción amarilla aún de por medio, Kike García en un remate acrobático encimado pro Aythami Artiles volvió a perforar el arco amarillo.

Tras el descanso, se esperaba una reacción por puro orgullo de los jugadores de Setién, pero realmente el partido no cambió en nada de lo que había mostrado hasta entonces. Tendría que pasar un cuarto de hora para que un fogonazo de luz iluminara la celda oscura y fría en la que estaba condenada a penar la Unión Deportiva. En el minuto 61 Mauricio Lemos lanzaría una falta estratosférica, desde unos 30 metros aproximadamente, a la misma escuadra en una parábola diabólica que firmaría el mismo Sinisa Mihajlovic. Un golazo que daba aire, esperanzas y confianza en la reacción. 



No obstante, Las Palmas está abonada al guión de una tragedia griega, una tragicomedia amarga. En la siguiente jugada en área amarilla David Simón comete un penal claro por agarrón sobre Kike García de forma muy claro. El árbitro no lo dudó y decretó penal sin dudar. Desde los 11 metros Adrián marcó el 3-1 en un disparo durísimo, inapelable y con él mataba la posible reacción amarilla. 

Setién movió la banca, dio salida a Viera y Livaja por Boateng y Jesé respectivamente, pero el partido ya estaba muerto. Estertores aquí y allá, pequeños artificios, disparos de fogueo en un partido que el Eibar tenía bien amarrado y que ya no dejó escapar. Acaba la minigira amarilla por el norte de España con dos derrotas de idéntico marcador pero también, y lo más preocupante, con idéntica imagen triste y paupérrima.





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