1 de septiembre de 2018

CONTRACRÓNICA: "TANA ENCENDIÓ LA LUZ"


Saltó la Unión Deportiva a La Romareda más preocupada por contener el rival que por dar salida a sus propias virtudes. Esa atención por minimizar las virtudes del contrario y de una cancha clásica que rezuma aroma a otro fútbol, al de antes, al final mermó su propio potencial. No obstante, las libretas están para recibir tachones, borrones y correcciones y Manolo Jiménez enmendó una propuesta inicial que se mostró equivocada. 

Que esta Unión Deportiva de Jiménez no iba a enamorarnos lo sabíamos todos, que el objetivo es cosechar puntos para certificar el ascenso cuanto antes también. Es por ello que se perdonó la propuesta táctica inicial del equipo amarillo ante el Zaragoza. Sabedores del peligro del trío atacante maño, no era algo menor reforzar el entramado defensivo para minimizar los daños. No obstante, en el fútbol todas las mantas son cortas y no siempre dos más dos son cuatro. Así, pese a poblar la defensa de medios, jugar con carrileros largos y reforzar con músculo la medular, el objetivo de ganar en solidez y no sufrir atrás no se logró.

El equipo amarillo concedió espacios entre líneas y a su espalda, siendo aprovechados sin dilación por el Zaragoza, en especial por Pombo. El extremo blanquillo hizo sufrir a toda la zaga canaria, en especial a Lemos que le tocó lidiar siempre con él. Discurrían los minutos del partido y ya mediada la primera parte el planteamiento inicial se sabía fallido: el equipo sufría atrás, concedía ocasiones y en ataque no es que se mostrara romo, sino más bien inexistente con Rafa Mir y Rubén Castro inéditos con serios riesgos de morir por inanición (de balón). El gol de Álvaro Vázquez tras una gran jugada personal de Pombo que acabó con un durísimo disparo a la madera, premió al equipo que hizo más en esa primera parte para lograr ventaja.

Se retiraría el equipo amarillo a los vestuarios bajo una nube oscura que le hacía sombra y amenazaba tormenta. Todo estaba sin duda en la libreta de Jiménez y en la mente de sus jugadores. Lo 1º era fácil de cambiar, lo segundo dependía de los propios jugadores. Y el técnico amarillo encontró la solución en un menudo jugador: Tana. El número 24 forzó el cambio táctico al 4-4-2 y asumió el rol catalizador para volver a generar sinergias positivas en su equipo. El díscolo jugador ejerció de punto de inflexión, llegó y despejó todas las dudas, encendió la luz y abrió las ventanas en una habitación que parecía oscuras y viciada. 

Asumió el liderazgo del equipo, en similitud del mejor Jonathan Viera, y a lomos de sus botas y de su fútbol se sumó todo el equipo. Aportó criterio en la distribución de la pelota, entre líneas, oxigenando en banda, asistiendo al espacio o a la espalda de la defensa rival. Rafa Mir y Rubén Castro prácticamente mantuvieron sus primeros contactos con el balón gracias a las asociaciones con Tana. De una asistencia suya nació el gol del empate que se encargó Mir de rematar un buena pelota que Tana colgó en el firmamento. Y tras ésta otorgó al menos dos claras asistencias más de gol que por poco ni Rubén Castro ni Pekhart (que entró por Rafa Mir) lograron introducir entre los tres palos. 

Este Tana, y no cualquiera de su anteriores apáticas, díscolas y grises versiones, es el que necesita Las Palmas y el propio futbolista para marcar diferencias. El 24 es un fuoriclasse que con un poco de esfuerzo la división de plata le queda diminuta gracias al fútbol que desparrama en cada acción sobre la cancha. Pero para ello tiene que asumir el liderazgo con madurez y responsabilidad. Como hoy, llenando de razones a Jiménez para otorgarle la batuta y la titularidad. 




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